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Fovea

by Síndrome Voodoo

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lyrics

FOVEA

En dónde te vi por primera vez, un deja vú humedeció mi espasmódico espíritu de nuevo y otra vez tú, deslizando con tu mano las sedas de la cadencia de tu pelo, agitando hábilmente la sonrisa de todos los hechizos de tu fuego purpura, esos ojos que atraviesan vidas anteriores, y tu aliento que desprendía nieve, no eras tú en la inmensidad de mi ausencia mientras te contemplaba, algo había cambiado de pronto entre el estrépito de mis pasos sobre una poza que descansaba entre piedras de un camino medieval y las casas que tomaban un giro pigmentado de más vivacidad. Olía a una época algente, y se respiraba entre humos de fogón, el jazz tenue de sus hogares que palpitaban añoranza en los tiempos de la añoranza. Inmerso en la vertiginosa escena de mi melancolía, me di cuenta que viajé al pasado, en la máquina del tiempo más poderosa que existe, ¡La memoria! Sin embargo, a la vez era tangible y convulso, surreal pero preciso, era una odisea de pensamientos acumulados que sabía que me llevarían una respuesta a éste descomunal calvario.

Había llegado a otros lapsos del tiempo, fue instantáneo, pero te observe por una eternidad, tu presencia regurgitaba lento, pero poderoso y divisaba desde lejos los cristales que guardan las lágrimas en tus ojos. Cuando regresé, el pavimento era plano y subyacente, los colores desvaídos y desmoronados, y no había nostalgia entre los muros de sus casas, solo desolación y silencio, ruido y aturdimiento. El dinamismo sin más, era a la vez pacífico pero demacrado, como si las guerras y el caos nos conformaron y acomodaron con ver en gris los cielos. Pero ahí, ante el tumulto de poesías fracturadas, de canciones de ciudades atonales y urbanas, también nacía un halo de ilusión, que conjunto a la frialdad de mis conjeturas, encontraba una razón de nuevo para no dejarme ir, aún.

- No tenemos una percepción continua de la realidad, sólo son fotogramas continuos que pegamos en nuestro cerebro, pero en reservas de la memoria eso es algo bueno, ¿No es así?

- Bueno, biológicamente captamos el mundo en 8 megapíxeles, en términos de memoria perdemos información todas las veces que observamos el tiempo, pero... ¿Es ahí en donde tenemos que encontrar el quiebre? ¿Es posible encontrar una fisura mientras pestañeamos?

- El post proceso de nuestro cerebro manda una señal que nosotros consideramos homogénea, llenando los vacíos de información que hay fuera de nuestra captación del mundo. Las fisuras dentro de esa captación están ya casi de forma inmediata en el pasado, pero entonces la idea primordial sería acceder a las que vienen, pero el problema es localizar esas roturas de nuestra propia percepción porque al final es algo que, en el tiempo en sí, no existe.

- Pero Eva, si no existen en el tiempo, entonces dices que solo seria de forma ilusoria el poder viajar, entonces no podríamos interactuar con nuestro entorno, solamente ser... observadores.

- Solo podríamos interactuar con aquellos que viajaran también y nos encontráramos casualmente. ¿Pero entre la aleatoriedad existe la casualidad?

- Si, bueno el objetivo es poder viajar.

Eva, ahora lo veo, es en esos momentos, entre los caminos densos de la desfragmentación, entre la trepidante oscilación de nuestras intermitentes existencias, es en el deja vú que aún te encuentras, que puedo volver a llegar a ti, al menos solo para observarte, o esperar que en alguna otra rotura, en otra dimensión, tú lo hagas también, y viajemos a la misma vez y pueda, y podamos, hacer algo más que solo percibirnos de forma remota. La guerra te arrebató, y no pudiste concretar, mi debe es continuar.

La existencia de la luz y la obscuridad están en el mismo plano, pero en densidades diferentes. En este foco de luz, los Fps (frecuencias por segundo) son demasiado bajos y nuestro cerebro no llena esos vacíos de información de los que solíamos hablar. El humano frecuencialmente no capta más allá de los 60hz, entonces denotamos que la luz en el foco es continua, porque emite los 60hz, pero a la hora de ralentizar el video, nos damos cuenta que su funcionamiento es descontinuo, mas no lo percibimos, es decir se apaga y se enciende constantemente, asumimos que solo hay luz, cuando también hay obscuridad. Ahí está la ruptura.

Es esta habitación, cegada por la vastedad de los segundos cabalgando entre las manijas del tiempo terrestre, emerge la visión de la vida; la que medimos por medio de ejercicios biológicos, las arrugas, el cabello, los cuerpos enervar, nuestras miradas, pero el tiempo no nos mide a nosotros, le somos irrelevantes, se derrite entre las manos mientras éstas se marchitan, levantamos la cabeza al espejo y ya no somos que lo que hace tan solo un vistazo, nos encandila de forma imponente y nos trasgrede como una marcha militar tajante, pero ahora empieza. Los artefactos de luz están por encender, se “helicópteriza” el retumbo de sus funcionamientos haciendo efecto, estoy a punto de viajar al rompimiento de la irregularidad, a esa fracción entrecortada que se contrae de forma inconstante latiendo en su fulgor de pánico, de pronto, los destellos empiezan a parecer luciérnagas, como buscando su camino al retorno, adentrándose a los pastos, el cuarto se volvió arboleda, el viento los sigila solemnemente y ellas buscan confundirse con las estrellas. En mí, merma el sosiego de que si no funcionase, al menos me iría con ella. El retumbo es cada vez más fuerte y constante, que conveniente para que empiece a trepar en mí, la ansiedad recurrente y exhaustiva, que siempre me embiste. Siento mis sentidos mitigados por la galopante y presurosa deformación de mi realidad, como si por el espacio anduviera, quiero guardar sus galaxias espirales en un frasco. Las líneas que se encajan con mi periferia, parecieran tiznar de toda clase de brillo estelar, fúlgido y cósmico, apacible pero feroz, y en la desenfrenada mezcla de imágenes catapultadas, me llegó un impetuoso sonido de timbal de procesión marcándome que había terminado, que todo había terminado, dejando en mi alma un timbre de campana perenne, artificiosa y moldeable, ¿He muerto? O ¿Estoy muriendo? O llegué...

No reconozco nada, ni la ciudad, ni las calles, ni la época, algunos me atienden, no puedo enfocar, pero hay personas rodeándome, intentan levantarme para que tome unos sorbos de agua, me dicen que iba caminando cuando colapsé ¿Cómo es que iba caminando en las calles, cuando estaba corriendo entre las estrellas? Quedé confundido y en estado de shock, no entendía que pasaba, lentamente percibí el abandono de quienes me atendieron, y ya ensimismado, logré recobrar sentido y enfocar, había viajado, eran al menos los años 30, pero no se en que mundo estaba.

Me armé de valor y me di la tarea de empezar a caminar y a explorar, y claro, a preguntarme ¿Cómo es que la gente había interactuado conmigo cuando se supone que no podrían? Pasé ante un café, y en su vidrio me visualicé, no era yo, no era mi cuerpo habitual, no era mi ropa, ni mi rostro, ni mis manos, mucho menos mi mirada. ¿Había viajado o estaba en lo que podría ser una vida anterior? No creo en eso, o quizás ¿Estaba poseyendo el cuerpo de alguien? Mucho menos. Realmente intentaba mantener mis estribos para no sucumbir ante tal revelación, ante cual aturdimiento, no lograba procesar con tranquilidad, y es que era normal, es que ya no era yo ¿Podría volver a ser yo? Me volví a sentar, me deprimí y sentí una desesperación fortuita, con ganas de gritar y que el grito reverbera en los tímpanos de las calles y que algo de esta extraña ciudad, me encontrara, me salvara. Pero el grito era una implosión, parecía que todo iba al contrario, es decir, había paz, y el pueblo era demasiado tranquilo, demasiado armonioso, justo como mi pueblo, pero al revés, y es que además estoy seguro que llegue al lugar en donde la ví, en donde la contemple rasgando las sedas de su cabello, estoy seguro. Entonces de nuevo me armé de valor y empecé caminar, pero no sabía cómo encontrarla, si yo ni siquiera era yo, como ella iba a ser ella, ¿Como sabría siquiera entonces? Seguía y preguntaba, la nombraba y la describía, luego encontré el lugar en donde la vi en mi deja vú, y pregunte por ella, pero nadie la conocía, ¿Ella existiría en esta otra dimensión? o ¿Estaré haciendo el papel de loco al estar preguntando por ella? Seguí recorriendo mi entorno, y la desesperación regresaba desde mis pies hasta la cabeza, me sentía fuera de mí, con mucha gente pasando a mi lado, sin ni incluso verme, sin la intelección en su sentido más común y tradicional de que realmente existía. Le prometí a Eva que no iba a volver a tomar, el cielo se tornó obscuro, la lluvia empezaba a ser reacia, y necesitaba encontrar refugio, no obstante, seguí caminando, la precipitación era tan mordaz que resbale varias veces, parecía un tanto borracho, pero solo estaba atolondrado, torpe y triste, dentro de la atontada aventura que tenía, una palabra me venía de a pocos, como un eco en aumento hasta que lo escuchaba con mayor claridad, ¡Fóvea! ¡Fóvea! ¿Fóvea? ¿Qué demonios es fóvea? ¿Por qué se me repite con tal fervor en mi cabeza? Y así, estuve divagando, hasta que encontré lo que parecía ser un pequeño café, entre al casi deshabitado e inhóspito bar y me senté a pedir un ron claro con dos hielos. Lejos y dentro de tenues luces que parecían velas, había un músico tocando una pálida canción de jazz con un extraño instrumento que sonaba como la más apesadumbrada trompeta que jamás haya escuchado, perdido entre la amalgama de sus notas obscuras y cadencias que empapaban el alma, tenía unas poderosas ganas de hacer de mis ojos un diluvio, y en mi desamparo mientras miraba tajantemente la ventana empañada que daba a la calle contigua del bar, mientras se atenuaba por pocos los aguaceros, y después de cuantiosos vasos de ron, llegó un carro de elegancia negra, era un clásico Copues Cabriolet Eclipse del 35 para dos personas, la lluvia ya solo era despojo, y la noche pesaba tan fuerte como su propia obscuridad.

Salieron dos personas del carro, no lograba distinguirlas de nuevo, esta vez por el vidrio empañado, pero también por mi evidente borrachera, y por mis ojos pringados. Entraron a nuestro café, ya me había apropiado de él, tanto que hasta le puse nombre a los únicos dos clientes que teníamos, uno yacía desmayado sobre una mesa y el otro se anexaba a su cigarro, él se vislumbraba cada vez al compás de sus bocanadas del fogonazo, lucia casi tan triste como yo, el cantinero parecía templado y aburrido, y los nuevos habitantes de nuestra comunidad melancólica se sentaban en la barra mientras ordenaban sus respectivas bebidas, logre darme cuenta que era un hombre y una mujer, la mujer vestía un sombrero con una inclinación que dibujaba una sutil pero extenuante gracia a su contorno, y el hombre con un prominente afro y lentes obscuros lucia una distinción impecable. Reían, hablaban, se abrazaban con la mirada y sus ojos se humedecían de felicidad al observarse mutuamente, como si no se creyesen estar presentes, se palpaban el rostro para propiciar existencia y veracidad, y yo como intruso en el hogar que traían consigo, reía junto a ellos. No realizaba, conmovido por tal escena que escarbaba mis reminiscencias, que ella al quitarse el sombrero y escurrir su pelo hacia sus hombros, recogería sus sedas, y la reconocería, porque era ella, era Eva, quería levantarme y correr hacia ella, decirle que aquí estaba, como siempre he estado, pero no me podía mover, me abatía más mi circunstancias, mis labios no podían emanar coherencia, y esa impotencia me hizo descargar una débil sonrisa mediocre, pero quedé aún más impactado cuando me di cuenta, que cuando vi bien, que el tipo con el que iba, era yo, no lo reconocí por la sonrisa, tenía tiempos de no irradiar una que ya no recordaba. Lo habíamos logrado, en otro paralelismo habíamos conseguido viajar juntos y venir.

En el viaje había bloqueado muchos de mis sentires, de mis pensamientos, casi tanto que por ratos no recordaba que hacía acá, pero también mis recuerdos, sus recuerdos, su madre le ponía una canción en su tocadiscos, con la cual ella se menguaba al estar enferma, la apaciguaba y la tornaba serena. Cuando los combatientes entraban para hacerse de rehenes, destrozaban todo a su paso; como viles huracanes arrasando remembranzas, destruían los cimientos del amor que las familias habían construido, separaban a sus hijos de sus madres, y sus padres eran torturados por los vientos que gritaban sus armas. Eva víctima de ese contexto, huyó con sus tías hacia otros cobijos.

Ella quería viajar por dos razones, por volver a ver a su madre, y para escuchar de nuevo esa canción, sé que ya vió a su madre porque ahora está acá, y lo que podría estar sonando en este momento quizás er Fóvea, la canción que su madre siempre le ponía, el disco se perdió mientras su casa fue saqueada. Pero ahí estaban, sonriendo, palpándose en una mezcolanza de integridades, ellos eran los oleos y su escenario era su lienzo y todas sus constelaciones, sus corazones erupcionaban tanto que inundaron de lava el bar, pero solo ellos y yo lo podíamos ver, ella y yo. La consonancia sonora sepultaba toda mi desesperanza y por esos instantes, que otra vez fueron eternos, fui feliz. Era sombría la noche, pero se debilitaba y las leves gotas que descansaban en las tejas y caían, se fundían con la música que burbujeaba nuestro entorno y fue ahí, en la repentina paz que asesinaba mi sombría amargura, que logré hacerlo con solo contemplarte de nuevo, mientras deslizabas con tu mano las sedas de la cadencia de tu pelo, mientras agitabas hábilmente la sonrisa de todos los hechizos de tu fuego purpura, y al ver tus ojos atravesar mis vidas anteriores logré, que en esta vida, yo, pudiera decirte... Adiós...



Dedicado a Alejandra Paz.

Copyrights 2019.

credits

released August 1, 2019
Composed, Recorded, Edited, Mixed, and Mastering by Marco Samanie at Garabagato Studios

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Síndrome Voodoo Guatemala City, Guatemala

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